Hay ciencias que se estudian por simple interés de saber
cosas nuevas; otras, para aprender una destreza que permita hacer o utilizar
algo; la mayoría, para obtener un puesto de trabajo y ganarse con él la vida.
Si no sentimos curiosidad ni necesidad de realizar
tales estudios podemos prescindir tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos
muy interesantes pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir:
yo, por ejemplo, lamento no tener ni idea de astrofísica ni de ebanistería, que
a otros les darán tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha
impedido ir tirando hasta la fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces las reglas
del fútbol pero estás bastante pez en béisbol. No tiene mayor importancia,
disfrutas con los mundiales, pasas olímpicamente de la liga americana y todos
tan contentos.
Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede
aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más
remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Se puede
vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer
ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas
hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso
estar enterado, por ejemplo de que saltar desde el balcón de un sexto piso no
es cosa buena para la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los
fakires!) y ácido prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable
ignorar que si uno cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las
consecuencias serán antes o después muy desagradables. Pequeñeces así son
importantes. Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.
En una palabra, entre todos los saberes posibles
existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y
otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nos convienen ciertos
comportamientos ni ciertas actitudes. Me refiero, claro está, a que no nos
convienen si queremos seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes,
beber lejía puede ser muy adecuado o también procurar rodearse del mayor número
de enemigos posible. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es
vivir: los respetables gustos del suicida los dejaremos por ahora de lado. De
modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo
«bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal
y a todo eso lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es decir:
distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos
adquirir —todos sin excepción— por la cuenta que nos trae. Como he señalado
antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo que
debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el agua puede
quitar la sed pero también ahogarnos. Sin embargo, a veces las cosas no son tan
sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen
sensaciones agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos
aspectos son buenas pero en otras malas: nos convienen y a la vez no nos
convienen. En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con
aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza
en la palabra —y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad— y enemista a
las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para
obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por
ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su
estado o se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira
no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con
los demás ya hemos dicho que es por lo común inconveniente, pero ¿debemos
consentir que violen delante de nosotros a una chica si n intervenir, por
aquello de no meternos en líos? Por otra parte, al que siempre dice la verdad
—caiga quien caiga— suele cogerle manía todo el mundo; y quien interviene en
plan Indiana Jones para salvar a la chica agredida es más probable que se vea
con la crisma rota que quien se va silbando a su casa. Lo malo parece a veces
resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones apariencias de malo.
Vaya jaleo. Lo de saber vivir no resulta tan fácil porque hay diversos
criterios opuestos respecto a qué debemos hacer. En matemáticas o geografía hay
sabios e ignorantes, pero los sabios están casi siempre de acuerdo en lo fundamental.
En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan de ser unánimes. Si uno quiere
llevar una vida emocionante, puede dedicarse a los coches de fórmula uno o al
alpinismo; pero si se prefiere una vida segura y tranquila, será mejor buscar
las aventuras en el videoclub de la esquina. Algunos aseguran que lo más noble
es vivir para los demás y otros señalan que lo más útil es lograr que los demás
vivan para uno. Según ciertas opiniones lo que cuenta es ganar dinero y nada
más, mientras que otros arguyen que el dinero sin salud, tiempo libre, afecto
sincero o serenidad de ánimo no vale nada. Médicos respetables indican que
renunciar al tabaco y al alcohol es un medio seguro de alargar la vida, a lo
que responden fumadores y borrachos que con tales privaciones a ellos desde
luego la vida se les haría mucho más larga. Etc. En lo único que a primera
vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Pero
fíjate que también es tas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber,
que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que
quiera cada cual. Si nuestra vida fuera algo completamente determinado y fatal,
irremediable, todas estas disquisiciones carecerían del más mínimo sentido.
Nadie discute si las piedras deben caer hacia arriba o hacia abajo: caen hacia
abajo y punto. Los castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales de
celdillas hexagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal,
ni abejas que se dediquen a la ingeniería hidráulica. En su medio natural, cada
animal parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él, sin
discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque
quizá la mosca considere mala a la araña que tiende su trampa y se la come.
Pero es que la araña no lo puede remediar..
En base a
lo que lees contesta:
1. Sin que cosas no podrías vivir sin saber.
2. Que cosas (3) no te convendría para tu vida.
3. Por que no te conviene la mentira a ti en tu
hogar.
4. Teniendo en cuenta lo anterior te consideras
que eres así, por que?